La distancia

Emilia Montes

Una bruma de esferas micro cósmicas cubre el planeta

y desvanece los colores.

Inevitablemente destierra golondrinas y las mutila en pleno vuelo.

Los antiguos carnavales se petrifican bajo el manto del silencio.

Intento retener sabores de palabras y atar los gestos suspendidos en el aire.

La luna amiga, la misma del cielo mio, tuyo y de todos,

otrora luminaria de nuestros caminos de plata,

lamenta mi pesar y esconde su rostro tras una vela negra,

inservible para navegar hacia tu puerto.

El propio sol que asomaba sus cachitos de caracol tras nuestra cordillera,

se ha negado a teñir mi piel de fiesta.

El tamborileo de tu risa ya no rebota en mis tímpanos,

ni mis peces saltan a tu pecera.

Se impuso un silencio de años luz infértiles,

todo se aquieta bajo el silencio pétreo de la clausura.

En mis sueños escucho sirenas de trenes que lloran sus exilios.

Siempre están partiendo, desde todas las ciudades.

Mis pensamientos navegan sobre una barca de papel.

Se tambalean entre las olas buscando luces en el horizonte

o gaviotas que canten al relegado roce de la arena bajo mis pies.

Mi boca salada esboza una mueca de labios quebrados por la espera.

Robaron el beso del príncipe que traería la absolución a mi jardín de rosas.

Escondieron la alfombra mágica que prometía vencer tiempo y espacio.

Pero el conjuro habrá terminado, cuando finalmente mi lengua toque

la perla que el antiguo viento de selva dejó sobre tu piel.